SIETE MEDITACIONES PARA CRECER EN LA FE
Capítulo
I: SOLO UNA
COSA PUEDE DEVOLVERNOS A LA COMUNIÓN CON ÉL
Tenemos que confiar en Dios justamente cuando
no lo haríamos, en ese momento, lugar, situación en el que no confiaríamos de
manera alguna.
Ahí es donde la confianza es verdadera y
también donde ocurre un real sacrificio de sí mismo que nos devuelve a la
comunión con Dios.
Si no hay confianza no hay comunión, es
esencial que haya confianza, y verdadera, real, total, absoluta, que consista
en una entrega y puesta a disposición de Él.
Esto es lo que falta, es lo mismo que ha
faltado durante tantos años, y es la causa por la que nos hallamos padeciendo
las consecuencias.
Nos encontramos en una abominable desolación infernal,
sufrimos la ausencia de Dios que hemos provocado, generado, buscado, gestado,
en definitiva, lo que hemos querido.
Lo hemos querido porque no quisimos confiar,
porque no hemos querido negarnos, morir a nosotros mismos, seguirlo,
entregarnos, olvidarnos totalmente de nosotros para ponernos a su disposición.
Ya no se puede remediar, es hora de padecer
las consecuencias, es el momento de padecer el infierno de la ausencia de Dios
que hemos elegido al hundirnos-encerrarnos siempre en nosotros mismos renegando
de Su Voluntad, olvidándonos completamente de Él.
Solo un verdadero sacrificio de real, entera,
completa, absoluta confianza podría sacarnos del abismo en el que nos hemos
sumergido, podría devolvernos a la comunión con Él.
Oportunidad de esto tenemos, podemos sacrificarnos
a nosotros mismos, morir, entregarnos confiadamente justo donde no lo haríamos
de ninguna manera. Así estaríamos reparando tanto olvido, rebeldía, negación de
Dios y estaríamos volviendo a la comunión con Él.
Si no hacemos esto, vamos a continuar
naufragando en tinieblas, enterrándonos en la abominable desolación, vamos a
seguir entregándonos a los enemigos para que nos saqueen en vida y arrastren a
la perdición eterna sin remedio.
Capítulo
II: ESTA ES LA
FE QUE VALE
Nos golpea, azota, castiga y hace padecer el
adversario como si ya estuviésemos condenados.
Mientras lo hace nos sugiere que Dios no se
ocupa ni se interesa, que se ha olvidado o que se dedica a otra cosa.
Se burla, dice, sugiere e inspira muchas cosas
que sabemos que son mentira, pero que en el momento de dolor y de prolongado
padecimiento pueden llegar a ser consideradas.
Quiere frustrarnos, hacernos creer
desgraciados, quiere convencernos de que teniendo fe padecemos como condenados
y que es inevitable, que no hay otra cosa y que así será siempre.
Aunque es mentira, en medio del dolor y del
prolongado padecimiento, se agotan las fuerzas y se pierde la fe de perseverar
en el camino, de seguir siendo fiel a Dios.
En poco tiempo puede demolernos el adversario
por los horrendos tormentos a los que le es permitido someter alas almas en estos tiempos de tinieblas, de
abominable desolación, de horrenda ausencia de Dios.
Pese a todo tenemos que seguir, debemos
perseverar, continuar adelante, hay que seguir creyendo en Dios, hay que seguir
confiando en Él.
Debemos confiar en Él cuando no lo haríamos,
eso es verdadera fe, cuando el enemigo nos azota, castiga y hace padecer como
condenados prolongándolos tormentos en el tiempo.
También cuando el mundo se suma al castigo y
cuando hasta el interior se rebela, cuestiona y quiere irse con el adversario
sumándose a criticas, burlas y quejas, reclamos contra Dios.
Ahí mas que nunca y como nunca hay que
confiar, ahí se debe perseverar en la Fe, esa es la Fe verdadera, la que vale,
la que sirve no solo para la salvación propia, sino también para la salvación
de muchos.
Capítulo
III: FE ES
La Fe que vale, sirve y produce abundante
fruto es aquella que tenemos cuando el mundo se viene abajo, cuando los
enemigos espirituales se reúnen y nos azotan, castigan y hacen padecer por
todos lados, y encima, de manera prolongada en el tiempo.
Cualquiera cree en la comodidad, cuando
incluso parece que hasta Dios se pone del lado de lo que queremos, necesitamos
o nos urge. Eso no es fe, eso es comodidad.
La Fe es cuando duele, cuando cuesta, cuando todos
los enemigos nos azotan, castigan, hacen padecer, y encima, prolongan los
tormentos en el tiempo queriéndonos imponer la mentira, buscando hacernos
apostatar.
Si no lo logran de un golpe, realizan dos y
así sin cesar, a la vez que nos vamos debilitando y ahí es donde aun debemos
confiar, cuado el temporal arrecia y donde sería natural desconfiar.
Esta fe perseverante en medio del dolor y extendida
en el tiempo es la que sirve para la justificación de las almas, para su
santificación, purificación, exaltación, para recomendarlas ante Dios.
Ahí es donde se limpian, purifican,
transforman, transubstancian y espiritualizan, a la vez que adquieren méritos
delante de Dios por la perseverancia, y tanto mas en estos tiempos donde este
tiempo de fe ya no se practica.
Fe es olvidarse de sí mismo completamente
entregándose a Dios, poniéndose enteramente a su disposición sea el camino que
sea por el que quiera llevarnos.
Fe es aceptar la Verdad Revelada por Él, es
buscarlo, escucharlo, seguirlo, obedecerlo, perseverar en El Camino de la
Revelación de Su Divina Voluntad. No es fe repetir cosas aprendidas de memoria
o realizar prácticas externas viejas o nuevas.
La fe es puntual, específica, es en eso en lo
que Él nos pide confianza, no en otra cosa, donde nos pide que nos neguemos,
muramos a nosotros mismos y dejemos todo por su cuenta no ocupándonos de
nosotros sino enteramente de Él.
Capítulo
IV: SE NOTA EL
ABANDONO DE LA FE
Con golpes, castigos, azotes, maltratos, etc.,
quiere el enemigo imponernos que bajemos la mirada, que dejemos de prestar
atención a Dios para pensar en nosotros mismos.
Nos hace padecer como en el infierno acá en la
tierra para que lleguemos a lamentarnos, preocuparnos y terminemos ocupándonos
de nosotros.
A golpes quiere que abandonemos la fe, quiere
imponernos el odio a Dios, el rechazo de la confianza en Él, y si no puede, lo
que busca es el engaño, que caigamos en el error.
Esto consiste en que creamos tener fe cuando
la realidad es que la hemos vaciado por completo por irnos desviando y
hundiendo en nosotros mismos.
Los golpes, castigos y desgracias logran que bajemos
la mirada, pero mental o racionalmente sostenemos, decimos y queremos demostrar
que tenemos fe. La realidad sin embargo nos desmiente, no hacemos otra cosa mas
que pensar en nosotros mismos, lamentarnos o buscar soluciones imposibles.
Azotados, castigados, padeciendo el infierno
de garras del adversario que nos lo prodiga generosamente en el mundo,
empezamos a hundirnos, es como si socavara, nos privara de cimientos.
Pensamos en nosotros mismos, nos lamentamos,
comenzamos a considerarnos desgraciados, nos volvemos resentidos, odiosos,
despechados, y al final, por mas que digamos tener fe, la realidad es que la
hemos olvidado, abandonado y traicionado.
Se nota en que queremos solucionar esas preocupaciones
angustiantes, desesperantes. Se nota en la histeria en la que nos encontramos
anegados.
Notar también como solo estamos avocados a
tratar de solucionar lo que nos preocupa, no hay otro pensamiento, interés o
preocupación, y encima, tal preocupación es angustiante, desesperante e
histérica.
Por mas que hagamos eso no tiene solución
porque no depende nosotros, y es mas, cuanto hacemos solo provoca mas
problemas, desgracias, decepciones, desencantos.
Capítulo
V: SI NO
VENCEMOS EL MIEDO, NO HAY FE VERDADERA
La verdad es que nos domina el miedo, nos
somete la propia debilidad, estamos sucumbiendo en la nada miserable en la que
nos hemos convertido al renegar de Dios y prescindir de Él tanto tiempo.
El miedo nos esta doblegando, hace estragos, y
como nos controla, queremos controlar a Dios, prevalecer sobre Él, imponernos,
dominarlo, buscamos la manera de disponer de Él.
Queremos creer que confiamos en Él, pero es
una falsa confianza, confiamos en que lo vamos a dominar, vencer, que vamos a
prevalecer y que lograremos disponer de Él como de cosa propia, casi como si fuésemos
señor-dóminus.
La realidad es cruda y es exactamente al revés,
Él Es El Señor, a Él tenemos que obedecer.
Nos conviene entenderlo, comprenderlo, creerlo
y obrar en consecuencia, es decir, volver a Él, rendirnos, postrarnos a sus pies,
entregarnos.
Él no se va a entregar o rendir a nosotros, no
se va a poner a nuestra disposición, es una locura pretender que nos haga caso,
somos nosotros quienes debemos obedecerlo.
Hay que discernir Su Voluntad, prestarle
atención, buscarlo, y seguirlo-obedecerlo verdaderamente.
Ahí es donde saldremos de nosotros mismos y donde
venceremos el miedo que es la muerte, esa inútil preocupación por sí mismo que
nos lleva a ser egoístas, caprichosos, obtusos, miserables, desamorados, etc.
Encerrados en nosotros mismos podemos decir
que tenemos fe, pero la realidad es que no la tenemos, solo sabemos sobre la
fe, pero evidentemente no la estamos practicando.
Por fe debemos vencer el miedo, o sea la preocupación
inútil por sí mismo, y debemos hacerlo donde El Señor quiera, de nada sirve
decir que tenemos fe en un aspecto cuando Él nos esta pidiendo verdadera
confianza en otro aspecto.
Mientras no hayamos vencido el miedo, la
preocupación por sí, que es la misma muerte, no habremos tenido Fe Verdadera,
solo seremos un charlatán mas que habla sobre la fe sin haberla tenido nunca.
Capítulo
VI: SOLO HABLAN
DE FE, NO TIENEN FE
Hay personas que dicen que tienen fe porque
han aprendido una doctrina y la repiten de memoria sintiéndose orgullosas de
eso.
Otras dicen que tienen fe porque realizan
algún acto caritativo y hablan siempre de la misericordia de Dios.
La fe no esta ahí, esas personas no han levantado
nunca la cabeza del abismo de su nada, siguen enterradas en su inmunda
egolatría narcisista infernal y no hacen mas que pensar en sí mismas siempre.
La Fe consiste en negarse a sí mismo,
olvidarse de sí, darse por muerto y dedicarse a buscar a Dios. Buscar a Dios
implica discernir Su Voluntad, y esto se hace para obedecerlo-seguirlo, es
decir, para colabora en Que Se Haga-Reine-Triunfe Su Voluntad en nuestra vida y
en el mundo.
Tal cosa requiere atención constante a Él,
estar pendiente de Él y no de nosotros, pero es algo que no se hace, las personas
aprenden sobre fe y realizan algunas prácticas piadosas y/o caritativas y luego
sostienen que tienen fe.
Lo que hacen es todo externo y racional, jamás
se han negado a sí, no han levantado la cabeza, no han salido del abismo de
egolatría narcisista infernal.
Han vaciado la Fe, la limitan a algo humano,
terreno, a fines propios del mundo, y es así como demuestran que viven en sí
mismos, por y para sí, porque buscan la aprobación del mundo, su aceptación y
reconocimiento.
Se encierran en sus pensamientos y terminan
volviéndose fanáticos. Esto sucede porque sienten el vacío, la abominable
desolación, la ausencia de Dios, y queriendo llenarse demandan, exigen, imponen
a Dios que los adore, y lo mismo buscan del mundo.
Para lograrlo cultivan la propia imagen y se
vuelven fanáticos de sí, de manera que terminan viviendo para esa imagen por la
que esperan ser salvados, es decir, por la que esperan ser vistos, reconocidos,
aceptados, tomados en cuenta y no despreciados.
Solo hablan de fe, no tienen fe.
Capítulo
VII: ACUSAMOS A
DIOS POR LO QUE NOS PROVOCAMOS
Como no conseguimos que Dios se ocupe, haga
cargo o resuelva lo que nos preocupa con urgencia, terminamos frustrándonos,
decepcionándonos y abandonamos la Fe.
Lo castigamos, obramos despechada y
miserablemente, demostramos que no confiamos y que no queremos hacerlo porque
Él no se ocupa de lo que nos interesa o preocupa grandemente.
Obramos como adolescentes, queremos demostrar
ira, bronca, furia, enojo, maldad, rabia, escupimos veneno, porque nos
frustramos al tratar de controlarlo, ponerlo a nuestra disposición y no
lograrlo.
Lo que debemos hacer es morir a nosotros
mismos, aprender a confiar en Él, hacer lo que quiere, espera y nos pide, porque
eso es lo que urge, y lo dice Dios mismo que nos pide eso y no otra cosa.
Queremos excusarnos para no confiar, para
evadirnos y no hacer lo que debemos, estamos buscando cualquier excusa para no
obedecer, y si no nos hace caso, sirve o no se muestra interesado por lo que
nos preocupa, creemos encontrarla y así continuamos siendo rebeldes.
Ahí estamos cayendo en la trampa del
adversario, éste finge que se interesa y preocupa por nosotros, pero nos esta
engañando, nos sugiere que, como Dios no nos obedece o no se ocupa, no tenemos
que hacerlo, y que debemos ocuparnos urgentemente de lo que nos preocupa.
Si nos dedicamos a lo que nos urge, atemoriza,
preocupa, terminamos olvidándonos de Dios, nos alzamos orgullosos y el miedo
nos domina, terminamos desesperados e histéricos peleando contra Dios y contra
todos para lograr nada para seguir hundiéndonos en el abismo.
Tenemos que crecer de una vez por todas,
debemos confiar, hay que salir de sí mismo, comenzar a buscar a Dios, discernir
Su Voluntad y seguirlo-obedecerlo colaborando en Que Se Haga-Reine-Triunfe.
Primero es Dios, es el orden mas lógico y
natural, debemos aprenderlo, vencer la rebeldía interior que solo expresa
miedo, preocupación y termina hundiéndonos mas en nosotros mismos, debemos levantarnos,
volver a Dios, seguir al Señor.
Mientras no lo hagamos vamos a seguir
postrados en tinieblas, naufragando en la propia miseria y acusando a Dios
orgullosamente por lo que nos hemos provocado.