¿QUÉ
CELEBRAMOS HOY, DOMINGO 31 DE DICIEMBRE?, La Sagrada Familia de Nazaret. Contemplar dos espiritualidades diferentes
Es la festividad de la Sagrada Familia.
Podemos meditar sobre este misterio y entender
lo que Dios quiere hacer en estos tiempos.
Contemplar a las tres personas de la Sagrada
Familia, María Virgen, San José y Jesús, El
Señor. En medio se encuentra El Señor, a su derecha se encuentra
María Virgen, y a su izquierda se encuentra San José.
A) Considerar las dos
espiritualidades:
1.- San José: Representa la
espiritualidad humana, aquella espiritualidad que surge del esfuerzo propio que
Dios acompaña, aprueba y bendice.
2.- María Virgen: Representa la
espiritualidad Divina, aquella espiritualidad que Dios hace y que el alma fiel
acompaña, acepta y en la que colabora siguiendo-obedeciendo al Señor.
B) Considerar el
efecto-resultado-fruto:
1.- Jesús, El Señor, es hijo
adoptivo de San José, en él no se encarnó, no se gestó ni de él nació, él solo
lo adoptó.
2.- Jesús, El Señor, es
verdaderamente Hijo de María Virgen, en Ella se Encarnó, en Ella se gestó y de
Ella nació.
C) Considerar las dos
espiritualidades a las que podemos acceder:
1.- Si
nos esforzamos en ser santos por cuenta propia, Dios puede aprobar, acompañar y
bendecir nuestro esfuerzo-sacrificio diario, entonces, podemos llegar a ser
como San
José, es decir, tendremos a Jesús, El Señor, como de prestado,
nuestra vida espiritual llegará a cierto límite, seremos hijos adoptivos de
Dios.
2.- Si
aceptamos la obra de Dios en nuestra vida, diciendo como María Virgen “FIAT” (=Que
Se Haga) a la Voluntad Divina, Él va estableciendo su
Vida-Presencia-Reinado y es así que nos da-dota-dona una espiritualidad Divina,
que es aquella espiritualidad que Dios hace y en la que el alma fiel acompaña,
acepta y en la que colabora siguiendo-obedeciendo al Señor. El efecto es
que tenemos a Jesús, El Señor, como posesión, por derecho propio, hallamos
gracia delante de Dios altísimo y llegamos a ser verdaderamente hijos de Dios,
a imagen y semejanza de su Hijo, porque acá es donde Él Vive en nosotros tal y
como lo dijo San Pablo, “Ya no soy yo el que vive, sino que es Cristo El Que Vive
en mí”.
Nº
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Ejemplos
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Considerar
las dos espiritualidades
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Considerar
el efecto-resultado-fruto
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Considerar
las dos espiritualidades a las que podemos acceder
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1
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San José
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Representa la espiritualidad humana,
aquella espiritualidad que surge del esfuerzo propio que Dios acompaña,
aprueba y bendice.
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Jesús, El Señor, es hijo adoptivo de San
José, en él no se encarnó, no se gestó ni de él nació, él solo lo adoptó.
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Si nos esforzamos en ser santos por
cuenta propia, Dios puede aprobar, acompañar y bendecir nuestro
esfuerzo-sacrificio diario, entonces, podemos llegar a ser como San José,
es decir, tendremos a Jesús, El Señor, como de prestado, nuestra vida
espiritual llegará a cierto límite, seremos hijos adoptivos de Dios.
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2
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María Virgen
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Representa la espiritualidad Divina,
aquella espiritualidad que Dios hace y que el alma fiel acompaña, acepta y en
la que colabora siguiendo-obedeciendo al Señor.
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Jesús, El Señor, es verdaderamente Hijo
de María Virgen, en Ella se Encarnó, en Ella se gestó y de Ella nació.
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Si aceptamos la obra de Dios en nuestra
vida, diciendo como María Virgen “FIAT” (=Que Se Haga) a la Voluntad
Divina, Él va estableciendo su Vida-Presencia-Reinado
y es así que nos da-dota-dona una espiritualidad Divina,
que es aquella espiritualidad que Dios hace y en la que el alma fiel
acompaña, acepta y en la que colabora siguiendo-obedeciendo al Señor.
El efecto es que tenemos a Jesús, El Señor, como posesión, por derecho
propio, hallamos gracia delante de Dios altísimo y llegamos a ser
verdaderamente hijos de Dios, a imagen y semejanza de su Hijo, porque acá es
donde Él Vive en nosotros tal y como lo dijo San Pablo, “Ya no soy yo el que vive, sino que es
Cristo El Que Vive en mí”.
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Comparamos una obra humana que, por mas bien
intencionada que sea, siempre es limitada e imperfecta (Dios encuentra defectos
hasta en sus Ángeles dice el Santo de Job), y una obra Divina que siempre es
ilimitada y perfecta.
Esta comparación, en términos bíblicos, nos
lleva a decir que hay entre ambas clases de obras, la misma distancia que entre
oriente y occidente o entre la tierra y el cielo.